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DOS LIBROS DE MIEDO: ¿TERRORÍFICO Y TIENES MIEDO, IVERSON?

JAUME COPONS

Cuando hacemos visitas a escuelas y bibliotecas, entre otras cosas, los niños siempre nos someten a un tercer grado de preguntas y demandas. A menudo, los pequeños nos sorprenden por donde menos lo esperamos, pero también hay una serie de preguntas y peticiones de todo tipo que se repiten continuamente ('¿Haréis más libros?', '¿Qué libro estáis haciendo ahora?', '¿Sois pareja?', '¿Dónde trabajáis?'...).


Entre estos temas a menudo surge una solicitud: que hagamos un libro de miedo. Siempre que alguien nos hace esta propuesta, recibe la aprobación festiva y unánime de sus compañeros mientras nosotros nos miramos el uno al otro y asentimos. Y es que, con perdón por la repetición, aunque el miedo nos da miedo, en general, cuando lo colocamos en la ficción, más o menos, a todos nos gusta. Y tal vez por eso, un buen día, saliendo de una escuela, finalmente decidimos responder a la demanda del miedo. En realidad, decidirnos nos costó poco o nada porque nos apetecía mucho. Y ya que nos poníamos, decidimos hacerlo por partida doble con "Terrorífico" de la serie Agus y los monstruos y con "¿Tienes miedo, Iverson?" de la serie "Bitmax&Co".


Decir que el miedo es uno de los grandes temas de la literatura infantil, especialmente la que proviene de la tradición popular y oral, es tan obvio que prácticamente es como un pensamiento de cuñado. Pero la realidad es que el miedo también es uno de los grandes temas de la vida en el sentido más amplio. Tenemos miedo o miedos de lo que existe, de lo que no existe, de lo desconocido, de los monstruos, de la oscuridad, de la pérdida, de la muerte, de la soledad, del abandono, del castigo, de los sueños, de no ser amados, de las fieras, y muy a menudo incluso de las serpientes y las ratas.

El miedo es una emoción intensa y antigua, y perdón, que a estas alturas el tratamiento de las emociones en la literatura infantil ya huele.

En efecto, es la parte más primitiva de nuestro cerebro, la amígdala, el órgano que se encarga de hacernos reaccionar ante lo que no entendemos, lo que encontramos extraño o peligroso. Entonces sentimos miedo y nuestra reacción, si no intervienen la cultura, el conocimiento, la formación y la reflexión, se manifiesta de dos maneras absolutamente primarias: huir o atacar. A poco que se piense, eso es lo que les sucede a los racistas, a los xenófobos, a los homófobos... En resumen, un problema de primitivismo.



En la literatura infantil, el miedo a menudo ha servido para enseñar y dejar claro a los más pequeños que deben seguir el camino que les han indicado sus padres o que no deben confiar ni hablar con extraños (¿No os suena La Caperucita?). En realidad, entre el ataque y la huida, el mensaje que reciben los humanos más bajitos es muy claro: hay que huir del peligro. No decimos que esté mal (siempre que no se exagere y el miedo se convierta en un mecanismo de control), pero nosotros, cuando nos hemos puesto a hacer libros 'de miedo', simplemente nos hemos conformado con establecer implícitamente en las historias que desarrollamos una serie de elementos que a la larga puedan contribuir a que el lector comience a hacer una elaboración, aunque sea de manera muy básica, de las reacciones que provoca principalmente el miedo. Es cierto que en nuestro caso contamos con dos factores decisivos para poder introducir estos elementos. El primero es el humor, marca de la casa, que relativiza toda situación, y el segundo, el hecho de que nos centramos sobre todo en crear historias que entretengan, diviertan y emocionen al lector, porque, de hecho, aunque la literatura infantil pueda tener muchas funciones, que las tiene y además son importantes, si no hay diversión, emoción y entretenimiento, el lector difícilmente sacará provecho alguno.


Copons&Fortuny

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